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Opinión: Ser o no ser mujer-cuota

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Opinión: Ser o no ser mujer-cuota

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Columna de opinión de Gabriela Cañas publicada en el diario El País.

Una pastora radical y feminista es asesinada en el norte de Suecia. Ha generado en vida tanta animadversión entre los hombres del pueblo que el párroco Bertil Stensson prefiere sustituirla por un hombre para mantener “la calma en la casa”. El policía al que confiesa sus intenciones se muestra crítico y le pregunta: “¿Lo hará aunque el sustituto esté menos cualificado para el puesto?”.

Este pasaje perteneciente a la novela Sangre derramada, de Asa Larsson, produce cierta hilaridad. Es creíble que en una fría aldea se asesine a una mujer (hay homicidios en cualquier lugar del mundo), pero resulta altamente inverosímil que alguien ponga en duda el mérito de un candidato masculino por el mero hecho de que, a priori, el género sea una condición indispensable.

El guiño de Larsson resulta efectivo porque es un espejo inverso del debate de las cuotas femeninas, en el que dudar del mérito de las candidatas es todavía un argumento omnipresente. Desde una óptica meramente racional les asiste la razón a quienes rechazan las cuotas en favor del mérito. Imponer a un candidato una condición ajena a la capacitación que se requiere para cubrir un puesto es una medida arbitraria que puede impedir optar por el más idóneo.

Para leer la columna completa haz clic aquí.

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Columna de opinión de Gabriela Cañas publicada en el diario El País.

Una pastora radical y feminista es asesinada en el norte de Suecia. Ha generado en vida tanta animadversión entre los hombres del pueblo que el párroco Bertil Stensson prefiere sustituirla por un hombre para mantener “la calma en la casa”. El policía al que confiesa sus intenciones se muestra crítico y le pregunta: “¿Lo hará aunque el sustituto esté menos cualificado para el puesto?”.

Este pasaje perteneciente a la novela Sangre derramada, de Asa Larsson, produce cierta hilaridad. Es creíble que en una fría aldea se asesine a una mujer (hay homicidios en cualquier lugar del mundo), pero resulta altamente inverosímil que alguien ponga en duda el mérito de un candidato masculino por el mero hecho de que, a priori, el género sea una condición indispensable.

El guiño de Larsson resulta efectivo porque es un espejo inverso del debate de las cuotas femeninas, en el que dudar del mérito de las candidatas es todavía un argumento omnipresente. Desde una óptica meramente racional les asiste la razón a quienes rechazan las cuotas en favor del mérito. Imponer a un candidato una condición ajena a la capacitación que se requiere para cubrir un puesto es una medida arbitraria que puede impedir optar por el más idóneo.

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